Alberto y Luis Marcelo Medrano - "Pasión compartida"

Su historia

Alberto Medrano nació el 21 de enero de 1951, en la vecina localidad de Porteña. Es hijo de Demetrio Medrano y Nilda Sada. Contrajo matrimonio con Rosa Toranzo y del fruto de esta relación nacieron cuatro hijos: Luis Marcelo, Patricia, Alejandro y Diego.

Desde muy pequeño, su pasión fue la pelota, el juego en equipo, la interacción con otros chicos, compartir charlas, y ser parte de grupos humanos que, sin pretenderlo, influyeron en su formación como persona y como deportista. Cuando era adolescente corría carreras de caballo (a toda su familia le apasionaba este deporte). Además, Alberto jugaba al fútbol para Colonia Valtelina. Su posición en el campo de juego era arquero, y en algunas oportunidades, brillaba como delantero, al mejor estilo de Jorge Campos, el fantástico arquero de la Selección de México, que jugaba parte del partido de arquero y el resto del tiempo de delantero.

En el año 1981 se mudó a Freyre debido a la inundación que sufrió Seeber, lugar donde estaba residiendo. Su hijo mayor, Luis Marcelo, alias “El Colo”, empezó a frecuentar la canchita del Baby Fútbol, y Alberto de inmediato se acercó para acompañarlo. Desde entonces tejió un vínculo espléndido con la pelota, los niños y la gente en general. Sus primeros pasos los dio como colaborador de Jorge “El profe” Giacomino –profesor del Baby Fútbol en ese momento–. Alberto se encargaba del mantenimiento de las canchas y lo asistía al “Profe”, como ayudante en los entrenamientos de las distintas categorías. Desde ese momento, la relación entre Alberto y el mundo deportivo local y zonal se intensificó día tras día. Estuvo vinculado como colaborador, hasta que su hijo Alejandro dejó de jugar allí, y fueron –ni más ni menos– que veinte años trabajando por y para esta institución, compartiendo muchos momentos con niños de todas las edades. Siempre estuvo acompañando a sus hijos, pero su mujer también lo hizo, como utilera. Ambos demostraron dedicación y amor por los chicos y cuidaron de ellos, como si fueran hijos propios. Una camiseta, un short o una pelota, se compran en cualquier tienda de deportes, pero las ganas, el respeto y la motivación, se inculcan, se transmiten y se logran en un niño brindándole amor, guiándolo, acompañándolo para marcarle el mejor camino, ese que al final otorga la enseñanza necesaria para desempeñarse de la mejor manera posible en la vida. Alberto, siempre acompañó a cada niño que pasó por su vida, caminando a su lado, para orientarlo y cumpliendo no pocas veces, el rol de padre. Supo transmitir valores importantes para el deporte y para vivir en comunidad. Los pibes y sus padres le retribuyeron su digna labor con respeto y muchísimo afecto.

Años más tarde, cuando su hijo menor, Diego, empezó en las categorías formativas, comenzó nuevamente a trabajar y a dirigir algunas categorías con su hijo mayor (Luis “El Colo” Medrano).

Acompañando a los chicos del Baby, viajó y conoció muchos lugares, porque iban a los tradicionales torneos que se realizaban en Tucumán, Santiago del Estero, en distintos puntos de la Provincia de Córdoba, en San Carlos (Santa Fé), sólo por mencionar algunas ciudades. Esto le permitió forjar amistades sólidas que se mantienen intactas, pese al paso del tiempo. Cada viaje fue una aventura única e inolvidable. Los momentos compartidos, los cánticos, las banderas, las sonrisas de los pibes, los goles, los resultados positivos, las derrotas, las camisetas transpiradas con aroma a honor y gloria, los sueños despiertos de cada niño, la satisfacción de crear futuro…

Alberto siempre fue materia dispuesta para alojar niños de otras localidades y ciudades. En su casa recibió a dos, tres y hasta cuatro niños que venían a Freyre, desde distintos puntos del país para jugar el campeonato Nacional que se realizaba en nuestra localidad y el campeonato Nacional que organizaba, también, la Lila de Baby Futbol de San Francisco. Fue un gran anfitrión, ofició de padre (trabajo complejo pero bello si los hay). Él, su señora y sus hijos, hicieron sentir parte de su familia, a todo niño que pisó su hogar. Esta generosidad es el mejor atributo que una persona puede lucir en un curriculum.

Cuando su hijo menor cumplió los diez años, comenzó a jugar en Atlético de Rafaela. Alberto decidió dejar de dirigir para acompañarlo en esta nueva etapa. Orgulloso y con la emoción a flor de piel, estuvo siempre presente, corriendo, en su imaginación, al lado de Diego, deseando que llegue lejos, que triunfe y que por sobre todas las cosas, sea feliz, haciendo lo que le gusta. En la vida, si uno no vive como piensa termina pensando como vive. Alberto lo sabía y se movió en el universo del deporte respetando esta coherencia.

En el año 2005 dirigió las categorías 98 y 99 de Porteña Asociación, y compartió esta experiencia con su hijo mayor, Luis Marcelo, alias “El Colo”. Ambos aman el fútbol, y comparten esta pasión. Aquí nos detenemos porque “El Colo” también hizo y hace mucho por el fútbol. Evidentemente esto no es casualidad. Alberto y “El Colo” comparten más que el ADN; practicaron el mismo deporte, son fanáticos del mismo equipo de fútbol, fieles incondicionales a una misma actividad, dedican mucho tiempo a hacer lo que aman, y se dejan llevar por ello.

“El Colo” nació en Porteña, el 17 de agosto de 1974. Su familia está compuesta por mujer Noelia y sus hijos Miqueas y Julieta.

Comenzó a jugar a los seis años. Cuando sus padres y él llegaron a Freyre, iba al Baby para ver jugar a todas las categorías mayores, con la ilusión de que faltara algún jugador para que lo sumaran a algún equipo. En 1981 comenzó a jugar en el Departamento Municipal de Deportes (Baby). En ese momento se empezaba por las categorías puntuables, ya que no había escuelita. Entrenaba con la categoría 72 –dos años mayor que él– y en muchas ocasiones integró planteles de categorías mayores (en edad).

En 1988 formó parte del equipo de Barclona F.C. de San Francisco y después se fue a probar a Unión de Santa Fe. Vivía en la pensión de un colegio de curas San Cayetano (1989-1990).

Por razones económicas tuvo que volverse a Freyre, porque Colón no podía más alojarlos en la pensión y no resultaba fácil para su familia, pagar el alquiler de un departamento.

Los técnicos lo definían como “un jugador con mucho oficio”, que supo aprender, nutrirse y aprovechar cada oportunidad que se le presentó, sabía lo que quería y su pasión por el deporte, fusionada con su responsabilidad y muchos otros valores, le permitieron llegar muy lejos. Zurdo como Maradona, dueño del pase al ras del suelo, trasladaba el balón siempre con la cabeza levantada, lo que le permitía observar mejor la ubicación de sus compañeros en el campo de juego y asistirlos con categoría. Usaba la “10”, la camiseta de los distintos. Cuando dejó de jugar al fútbol, hizo un curso de Monitor Infantil, para comenzar a dirigir a las categorías inferiores de los distintos clubes.

Heredó de su padre, la pasión por Boca Juniors y el festejo eufórico de cada gol. Estos momentos quedarán en sus corazones para siempre.

Empezó en las inferiores del Baby de Freyre, donde compartía momentos con su papá –que se desempeñaba también como entrenador–, luego fue Coordinador de las inferiores de Porteña, más tarde, dirigió la Selección provincial sub 17. Y en 2008 trabajó en el club San Jorge de Brinkmann.

Un tiempo después, quiso perfeccionarse e incorporar más conocimientos, por lo que realizó el curso de técnico nacional para poder dirigir mayores. Su primera experiencia la realizó en Freyre, durante los años 2009,2010,2011, en la categoría juvenil , reserva y primera. ¡Fue un gran momento en su carrera! Participó en el provincial y logró la clasificación del equipo al torneo absoluto. Además se consagró campeón con la reserva.

En 2017 regresó a Freyre, a dirigir las categoría juvenil, reserva y primera del “9”. Dirigió las selecciones provincial Liga regional de San Francisco en las categoría sub 15 (2008, 2015) obteniendo segundos puestos y sub 17 (2007, 2011-2016). Dirigió dos años equipos juveniles y participó en un torneo en Chile, llevando su talento al otro lado de la imponente cordillera de Los Andes.

Gracias Alberto y Marcelo por la pasión que pusieron en su paso por el fútbol, por la perseverancia y los conocimientos transmitidos. Gracias por dedicar tiempo a los niños, jóvenes y adultos, enfatizando siempre en la responsabilidad y la integración, para que sean buenos jugadores, pero sobre todo, buenas personas. Su legado ya es parte del patrimonio local. ¡Muchísimas gracias!

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