Norberto "Pachola" Richard - Utilero de corazón y por convicción

Su historia

En 1970 se celebró, en México, la IX Copa Mundial de Fútbol en la que Brasil se coronó Campeón por tercera vez, tras vencer, en la final, 4 a 1 a Italia. El mundo, por entonces, estaba dividido en dos bloques, uno liderado por los Estados Unidos y el otro comandado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Se respiraban aires de tensión y terror. Ese mismo año, específicamente el 4 de junio, nacía en Freyre, Norberto "Pachola" Richard.

Abordar la vida de "Pachola", supone transitar un camino largo e intenso. Para redactar sus virtudes se requieren cantidades navegables de tinta. Desde pibe siempre fue una persona respetuosa, amable, y simpática. Un niño con mirada transparente que despilfarraba bondad. Un optimista nato. Gentil, generoso y poseedor de dos manos muy trabajadoras. Disfrutó su familia, su barrio y sus amigos como corresponde.

Tuvo una infancia feliz hasta que el destino, le asestó una estocada en el corazón, quitándole a su padre. Estos golpes inesperados son heridas que nunca terminan de cicatrizar. Son moretones internos que no se ven, pero están allí y cada uno los lleva como puede. Pachola llevó su sufrimiento con entereza. Nunca se quejó del mundo, siempre optó por intentar mejorarlo desde su lugar en el mundo. Tal vez este trágico episodio agudizó sus ganas de ayudar a las personas que practican deportes.

Nunca esquivó el trabajo, el esfuerzo y el compromiso. Fue un apasionado del fútbol y del vóley. Cuando trabajaba en la sodería de Juan Carlos Bessone, por calle San Martín, juntaba diarios y revistas deportivas y cuando finalizaba el reparto, leía todas las noticias sobre fútbol y vóley. Miraba cada fragmento con atención pero centraba su vista en los detalles de la ropa. Observaba si el utilero había hecho bien su trabajo. Admiraba el trabajo de Miguel Di Lorenzo, el legendario utilero del fútbol argentino conocido masivamente por su apodo de "Galíndez", quien integró el cuerpo técnico de la Selección Argentina de Fútbol, campeona en México 86. "Siempre tiene todo impecable", decía Pachola con admiración.

Pachola siempre fue divertido. Le gustaba la música. El cuarteto siempre corrió por sus venas. En sus repartos como sodero se lo escuchaba cantar canciones de Gary y Chebere. Lo hacía bastante bien, lo suficiente para alegrar las mañanas de muchos vecinos. Cada tanto ensayaba algún pasito de baile (una coreografía que Marcelo Tinelli no se hubiera perdido).

Sus actuales compañeros de trabajo cuentan que cada tanto, monta un show exclusivo y los deleita con su voz, imitando a grandes voces del cuarteto. Oceánicas anécdotas inundaban el fiel rastrojero que manejaba. Pachola conoce cada rincón de Freyre. Paralelamente a su trabajo, tejió lazos sólidos con el deporte. Se respetan, se quieren y se necesitaron mutuamente durante muchos años. Su romance con el deporte lo hizo ser popular, reconocido, querido e integrante de muchos grupos.

En su largo caminar por el vóley y el fútbol, dejó huellas en los vestuarios, canchas y salones, totalmente impregnadas de honestidad, solidaridad y compañerismo. Esto lo catapultó al podio de la honestidad, donde fue coronado campeón, por unanimidad social. El deporte fue su segundo hogar, su familia postiza. Norberto incorporó el oficio de utilero a su vida desde muy joven. Aún no sabía que sería el mejor -esto lo determinaría el paso del tiempo y quienes tuvieron el privilegio de beneficiarse de su trabajo-.

Con sus masajes y arengas, calibró la zurda del "Tito" Girón, alistó las veloces piernas del "Tati" Fernández, bendijo las manos de "Mosquito" Massa, incentivó el ímpetu de Maciel Vottero e inspiró la calidad técnica de Edgardo Comoglio, sólo por mencionar algunos actos mágicos que consumó.

Compartió las alegrías más exuberantes y las tristezas más dolientes de los vestuarios del fútbol y del vóley local. Ni los fríos tortuosos de los inviernos más crueles, ni los calores agobiantes y húmedos del verano, impidieron su presencia en cada entrenamiento. Atesora en su memoria y en su corazón - con la misma pasión que un coleccionista de obras de arte- momentos célebres del deporte de Freyre. Sus armas contra el dolor fueron: un bidón naranja con agua "bendita" (capaz de curar cualquier dolor) y un aerosol (anestesia deportiva compuesta por altas dosis de fe).

Su trote inconfundible para socorrer a un deportista tendido en el piso, fue una constante cada partido, que ilustra su caridad. En un mundo repleto de mercenarios, Pachola siempre fue distinto. Nunca trastabilló ante la seducción perversa de un puñado de billetes. Su sentido comunitario, su complicidad y su camaradería nunca pasaron inadvertidas. Es muy querido en cada lugar que transitó. ¡Querido por mérito propio!, porque el afecto, al igual que la admiración, no se compran ni se venden, ¡se ganan!

Algunos dicen que el mejor puesto, en el fútbol, es el de número nueve. Otros dicen que es el diez, cuando el diez era el conductor del equipo, el más hábil, el talentoso. Pero el puesto de utilero es irreemplazable. Sin él, no habría camisetas planchadas, pantaloncitos bien doblados, agua para hidratarse, duchas con agua caliente, ni motivaciones grupales. Los utileros ven pasar por el club a infinidad de técnicos. Saben que todos viven con una úlcera por la presión de los resultados, las puteadas de la gente y las exigencias de los directivos.

Pachola vio llorar a técnicos en el vestuario, después de perder un partido. Vio como algunos se fueron con varios kilos menos y un color pálido en la cara que daba pena, por no haber obtenido los resultados esperados. El utilero, como nuestro Norberto Richard, siempre está ahí, calladito, anónimo, preparando el mate para los muchachos, doblando las camisetas, contando los pares de medias, viendo si no desapareció algún pantaloncito. Su trabajo era tan anónimo como perfecto.

Sería bueno que la AFA disponga que cuando se mencionan los nombres de los integrantes de los equipos, también se incluyan los nombres de los utileros. Y que se exhiban por la televisión, con la formación. Pachola siempre estuvo ahí, en silencio muchas veces, pero siempre en el teatro de operaciones de las batallas deportivas. También tuvo grandes satisfacciones. Varios jugadores de fútbol y vóley, le dedicaron sus goles o tantos. Lo abrazaban eufóricos, en un acto de reconocimiento explícito de su labor. Y, terminado el partido, se lo volvían a dedicar por radio o televisión. Esos gestos le llenaron el alma muchos fines de semana.

Supo desempeñar con decoro su rol en todo equipo que integró. Esto es fundamental para cualquier organización. Solía decir: "no podemos evitar las lesiones en un 100%, pero sí podemos contener a los jugadores y atenderlos de primera. Nunca debe faltarles agua y todo debe estar listo para que no piensen en otra cosa que no sea el juego". Esta frase refleja su caridad y su responsabilidad. Cuentan los pasillos del club 9 de Julio, que un preparador físico realizó una investigación para entender por qué algunos jugadores muy entrenados se lesionaban, mientras que Pachola, que realizaba piques en frío de 50 metros y en pleno invierno para socorrer a algún compañero - portando el bidón de agua y el aerosol- nunca se desgarró. Quizás era la mano de Dios, la que lo protegía.

Levantó muchos trofeos y también fue quien levantó el ánimo de los equipos cuando los resultados fueron adversos. Ponía su picardía y ocurrencia al servicio del equipo para anestesiar los garrotazos deportivos más penosos y para celebrar los triunfos más sublimes. Nunca se borró. Bancó los trapos en las buenas y en las malas. Contagió alegría. Poseedor de un corazón que no conoce de mezquindades, colaboró en cada pollada y evento por causas nobles.

Por su trayectoria, sería justo que el vestuario del "9" llevara su nombre. "Quedaría muy bien el nombre Noberto Richard", dicen los hinchas del "9". ¿O acaso somos, colectivamente, incapaces de recordar y reconocer que los talentos del deporte local no hubieran sido tal, si no hubiese existido este maravilloso utilero que ofició de psicólogo de muchos planteles? Los freyrenses no somos ingratos. Es momento de ejercitar la reflexión y el corazón una vez más.

Sería oportuno que un viento de sensatez nos visite y escuchemos la demanda del clamor popular. La ruta hacia la noble igualdad y el merecido reconocimiento pasa también por el vestuario del Club 9 de Julio. En honor a la justicia, debe tallarse (a perpetuidad) el nombre Norberto "Pachola" Richard, en el vestuario que más se benefició con su presencia.

Comienza la cuenta regresiva para saldar esta cuenta pendiente con el deporte y con la comunidad. Aún estamos a tiempo. Es necesario reconocer trayectorias que invitan a replicar el ejemplo de nobles gestos y valores en las nuevas generaciones. Para ello, es imperioso tener presente que en la vida es bueno ser importante, pero más importante es ser bueno. Así...como "Pachola".

Muchas gracias Norberto Richard por tanta entrega y generosidad. ¡Aplauso de pie!

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